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Altair y el Opus Dei

El Centro Educativo Altair es una obra corporativa del Opus Dei. El Opus Dei es una institución de la Iglesia Católica fundada por San Josemaría Escrivá de Balaguer

Su misión consiste en difundir el mensaje de que el trabajo y las circunstancias ordinarias son ocasión de encuentro con Dios, de servicio a los demás y de mejora de la sociedad. En otras palabras, el Opus Dei es un mensaje, el mensaje de que se han abierto todos los caminos de la tierra para llegar al Cielo.

¿Qué es una obra corporativa del Opus Dei?

Las obras de apostolado corporativo son aquellas en las que la Prelatura ayuda en su vivificación cristiana, mediante los oportunos medios de orientación y formación doctrinal y espiritual, así como por la adecuada asistencia pastoral.

Entre las obras corporativas hay colegios, universidades, centros para la promoción de la mujer, dispensarios médicos en zonas o países subdesarrollados, escuelas para campesinos, institutos de formación profesional, residencias de estudiantes, centros culturales, etc.

Se trata de un modo de trabajar que responde al sentido cristiano que orienta toda la labor de la Obra y proyecta sobre ésta una nueva dimensión, trascendente y cristiana: santificar las ocupaciones más ordinarias de los hombres.

En palabras de San Josemaría Escrivá:

«Las obras corporativas del Opus Dei nacen con el deseo de contribuir a resolver cristianamente problemas que afectan a las comunidades humanas de los diversos países. Estas actividades e iniciativas son de carácter directamente apostólico: obras educativas, asistenciales o de beneficencia».

«Se trata de labores apostólicas que los fieles de la Obra dirigen en muchos países. Actividades con fines espirituales y apostólicos, en las que se procura trabajar con esmero y con perfección también humana y en las que colaboran otras muchas personas que no son del Opus Dei, pero que comprenden el valor sobrenatural de este trabajo, o que aprecian su valor humano, como es el caso de tantos no cristianos que nos ayudan eficazmente. Se trata siempre de labores laicales y seculares, promovidas por ciudadanos corrientes en el ejercicio de sus normales derechos cívicos, de acuerdo con las leyes de cada país y llevadas siempre adelante con criterio profesional. Es decir, son tareas que no aspiran a ningún tipo de privilegio o trato de favor». Centro Educativo Altair

Entrevista a Alfonso Aguiló

Alfonso Aguiló, director del centro educativo Tajamar (Madrid), nos da la respuesta en esta entrevista:

¿Podría explicarnos en qué se manifiesta en Altair el hecho de que sea una obra corporativa del Opus Dei?

La influencia del espíritu del Opus Dei en Altair es parecida a la influencia de ese mismo espíritu en una persona singular. Entre varias personas del Opus Dei habrá algunas pocas cosas comunes, pero no puede decirse que haya un carácter, un estilo propio de las personas del Opus Dei, sino que somos muy diferentes. San Josemaría Escrivá solía utilizar la expresión del «denominador común» y el «numerador diversísimo», que es una comparación procedente del mundo de las matemáticas, y sabemos bien que eso del denominador común es algo que permite que los quebrados se puedan sumar, y eso es una característica interesante: ser personas que saben sumar esfuerzos, y que dentro de una gran diversidad saben tener ese espíritu de colaboración, buscar unas sinergias para conseguir unos objetivos con mayor facilidad que con criterios individualistas.

Hablemos entonces de esos aspectos que son propios de una institución promovida por personas del Opus Dei. Por ejemplo, ¿qué aportó su fundador al mundo de la educación?

El Fundador del Opus Dei ha realizado valiosas aportaciones a la educación. Y las ha hecho sin haberse propuesto escribir ningún tratado sobre el tema, sin crear una escuela pedagógica, sin marcar un estilo pedagógico propio del Opus Dei. No han sido aportaciones de orden técnico o metodológico, sino que se refieren al espíritu que debe informar la educación, al modo de tratar a la persona y de entenderla. De ahí que posean un valor permanente frente a los avances científicos o técnicos, y que se expresen en valores que no son propios de una época, ni de un lugar, y que por tanto también manifiestan una enorme diversidad según las personas y las instituciones educativas en las que se presenta.

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¿Y en qué se manifiesta entonces esa aportación del espíritu del Opus Dei a este colegio?

Si alguien medianamente perspicaz visita con detenimiento este colegio, advierte enseguida los rasgos de un ambiente y una fisonomía característicos, que son como un sello que se capta en muchos detalles que, uno a uno, quizá son poco perceptibles. Es un modo de entender la vida, una consideración atenta y fraterna de las personas, una escala de valores orientadora, una impronta eminentemente espiritual… Porque un colegio animado por el espíritu del Opus Dei tendrá sus puntos fuertes y sus puntos débiles, sus aciertos y sus errores, pero siempre tendrá encendida una luz, la luz de una misión divina, que da a su tarea un sentido de misión.

Y dentro de esos rasgos característicos, ¿cuál considera usted el principal?

El rasgo que a mi juicio mejor define la influencia del espíritu del Opus Dei es y ha de ser la unidad de vida. Es una expresión acuñada por San Josemaría, y que se refiere, por decirlo de una manera sencilla, a la adecuación entre lo que se piensa, se dice, se hace… y se debe hacer. Es como la coherencia y la autenticidad integral en la orientación de la vida. La educación compromete la vida por entero, y por eso todo ha de estar impregnado de esa unidad de vida, que hace manifestarse el espíritu en la vida de cada momento. Es la clave del arco, lo que aúna y da juego a todo. Hay que tener en cuenta que el espíritu que anima a cada uno, el ejemplo de la propia conducta personal, el esmero que se pone en su trabajo…, todo eso informa e influye enormemente en la educación. Por eso no debe haber una división radical entre los que enseñan y los que aprenden. Educar no debe entenderse como una cuestión unilateral, sino que es una tarea de todos, pues todos contribuyen a educar, y todos resultan beneficiados. Y muchas veces, lo sabemos bien, las grandes lecciones que recibimos nosotros, tanto los padres como los profesores, solemos aprenderlas de los chicos: de los hijos y de los alumnos.

Un colegio animado por el espíritu del Opus Dei tendrá sus puntos fuertes y sus puntos débiles, sus aciertos y sus errores. Pero siempre tendrá encendida una luz, la luz de una misión divina, que da a su tarea un sentido de misión. Y eso no quiere decir que sea perfecto. Siempre habrá una distancia entre lo que deberíamos ser y lo que realmente logramos llegar a ser, pero lo que debemos ser tiene que estar claro y no hay que cejar en el intento de alcanzarlo. Y esto sucede tanto para las instituciones como para las personas.

Ser del Opus Dei nos ayuda a esforzarnos por ser mejores, pero no es un seguro a todo riesgo contra el error. Una persona, por ser del Opus Dei, o por querer vivir el espíritu del Opus Dei, no pasa a ser más inteligente, ni deja de poder equivocarse, ni deja de tener errores personales. Pero sí tiene encendida dentro del alma una luz, la luz de una vocación divina, que da a su vida un sentido de misión, una gracia especial de Dios, una aspiración a la santidad. Y algo parecido podría decirse con una institución educativa, con una obra corporativa del Opus Dei: tendrá aciertos y errores, puntos fuertes y puntos débiles, pero siempre con ese sentido de misión, con esa luz divina que aporta una conciencia de estar llamados a una misión.

¿Qué otros rasgos característicos podría señalar?

San Josemaría subrayó también siempre su aprecio por las virtudes humanas -veracidad, sinceridad, naturalidad, confianza, lealtad, optimismo, generosidad, magnanimidad-, por el trato de amistad con los alumnos, con los padres, entre los profesores, etc. El espíritu cristiano debe traslucirse en una relación humana personal, individual, en evitar que alguien se pueda sentir sofocado en una masa, que nadie experimente la amargura de la soledad, que haya un trato de gran consideración hacia las personas. El espíritu de libertad ha de ser también otro rasgo característico en una actividad educativa alentada por el espíritu del Opus Dei. Se trata de que la gente se forme en libertad. Hay que empezar por decir que esto es enormemente difícil, porque educar en libertad no es simplemente dar libertad, que eso lo hace cualquiera, sino enseñar en libertad a utilizar bien la libertad.

Pero ustedes buscan que los alumnos y sus familias se acerquen a la fe católica, y también que haya vocaciones para el Opus Dei. ¿Eso no es un riesgo para la libertad?

La Iglesia católica recuerda que «la verdad se impone solo por la fuerza de la misma verdad, que penetra con suavidad y firmeza en las almas», y que la conversión a la fe, o la vocación a una determinada institución de la Iglesia, debe proceder de un don de Dios que solo puede ser correspondido con una decisión personal y libre, que ha de tomarse siempre con entera libertad, sin coacción ni presión de ningún tipo. En este sentido la tradición cristiana habla desde muy antiguo de propagar la fe, en el sentido del celo por anunciar su mensaje e incorporar nuevos fieles a la Iglesia o a alguna de sus instituciones. Como es obvio, cualquier modo de actuar que de algún modo pretendiera forzar la conciencia o manipular la libertad de los demás, resultaría ajeno por completo al espíritu cristiano y sería totalmente reprobable. Pero el deseo de propagar la propia fe es algo, no sólo legítimo, sino muy positivo. Si negáramos a las personas su libertad de ayudar a otras a encaminarse hacia lo que se considera la verdad, caeríamos en una peligrosa forma de intolerancia.

Es preciso respetar la libertad de expresar las ideas personales, y la libertad de desear convencer con ellas a otras personas. Al fin y al cabo, es algo que está en la esencia de lo que es la educación, y es un derecho básico cada vez más reconocido, tanto desde instancias jurídicas como sociológicas. Conculcar el derecho a expresar o propagar las propias ideas o creencias religiosas sería entrar en un sistema represivo, propio de regímenes autoritarios, en los que se restringe la libertad religiosa como si fuera algo subversivo.

Usted ha hablado antes del sentido de misión. ¿En qué se manifiesta ese sentido cristiano?

La inspiración cristiana es otro rasgo fundamental, que ha de ser algo profundo, constitutivo. No es meter en la vida del colegio unos añadidos, unos suplementos, de tipo espiritual o doctrinal, porque eso sería algo postizo. La unidad de vida exige que esa inspiración cristiana se manifieste en todo, y no solamente en las enseñanzas académicas sino en todos los valores que inspiran al colegio, en toda la vida del colegio, en todas las personas que trabajan en el colegio. Todo el quehacer diario ha de proyectar una imagen y una concepción cristiana de la significación del hombre y de toda realidad.

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