El caso del colegio concertado Altair es singular. Ubicado en el corazón de una populosa zona obrera, sus 1.200 alumnos, todos varones, provienen, mayoritariamente de barrios desfavorecidos como Palmete, Rochelambert, Los Pajaritos o Su Eminencia. Sin embargo, el hecho de que en sus aulas se imparta una educación diferenciada lo ha puesto, junto a otros centros, en el blanco de la política educativa de la Junta de Andalucía, que somete la continuidad del concierto a la implantación de la educación mixta. En Salamanca, en el colegio Montessori, llevan unos años virando en cambio hacia la educación diferencial, convencidos de sus bondades. Su subdirector, Francisco Javier Vázquez de Prada, acudió a Altair para defender un modelo abiertamente cuestionado por políticos y algunos pedagogos.