El imaginero Fernando Castejón López (Sevilla, 1969) cursó sus estudios en Altair y desde muy pronto comenzó a destacar en la realización de trabajos manuales y la pintura, consiguiendo varios diplomas y una medalla de oro. Debido a estas sobresalientes cualidades artísticas, con tan sólo doce años de edad entra de aprendiz en el taller de un imaginero. Allí permanece durante cinco años y mientras estudia en la escuela de Artes aplicadas, aprende todas las técnicas del oficio. Al finalizar, decide encauzar por completo su vida profesional a la imaginería.
De este periodo inicial, data su primera imagen, una Inmaculada que realizó con tan sólo catorce años para la hermandad de El Silencio de Sevilla. Esta Inmaculada se puede contemplar actualmente en el Altar Mayor de la iglesia de san Antonio Abad, los pies de Jesús Nazareno. También con esa edad realiza su primera Dolorosa que, con la advocación de Nuestra Señora del Amor, realiza para la hermandad de Pino Montano.
En Sevilla capital ha realizado obras para las hermandades de El Silencio, Sagrada Cena, Pino Montano, Cigarreras, Anunciación, Candelaria Madre de Dios y Santa Genoveva.
El estilo de Fernando Castejón se basa en el barroco sevillano, con la peculiaridad de que otorga a sus obras un carácter muy personal, conjugando la expresión del dolor con la belleza, y dotándolas de realismo, naturalidad y dulzura, sin utilizar movimientos bruscos o exagerados y facciones o anatomías muy pronunciadas. Toda su obra es original y de inspiración propia, creada con un estilo muy personal. Este imaginero sevillano, busca impregnar de unción religiosa a cada imagen, con el fin de que transmitan devoción y veneración a cada persona que las contemple.
Ahora que ya llega la Semana Santa, conversamos con este imaginero de Sevilla, antiguo alumno de Altair.
¿Qué motivó a sus padres para que le matricularan en Altair?
Principalmente porque vivíamos en Juan XXIII, muy cerca del colegio, y por su carácter religioso, algo fundamental para ellos. Yo entré en 1º de EGB, a mediados de los 70, y estuve hasta 8º de EGB, que ya me dediqué al oficio y a los estudios vinculados a ello.
¿Todos sus hermanos estudiaron en Altair?
Salvo mi hermana, mis tres hermanos y yo estudiamos en Altair. Y en la actualidad tengo un sobrino que estudia en Altair.
¿Qué recuerdos tiene de esos ocho años en Altair?
Muy gratos, disfruté del colegio, del aprendizaje y de la amistad de todos mis compañeros. Sigo yendo de vez en cuando, tengo amistad con varios profesores, especialmente con José Enrique González Eulate. También recuerdo con mucho cariño la figura de D. Andrés Quijano, inolvidable. En definitiva, estoy muy orgulloso de haber sido alumno de Altair.
¿Cómo surge esa chispa de querer ser imaginero y cómo le influye Altair?
En el colegio, como alumno, destacaba mucho en trabajos manuales, sobre todo en dibujo. Mis padres se fijaron en esas cualidades artísticas y lo hablaron con los profesores. Más adelante, mi padre habló con un escultor para que me incorporara a su estudio, a la par que me matriculaba en la escuela de arte. Ya con 17 años instalé mi propio estudio y empecé a trabajar para hermandades, convirtiéndome en el más joven de la ciudad en ese momento.
Tuve la suerte de que mis padres me apoyaron desde siempre y pude así dedicarme a la imaginería. Mis maestros de Altair también, y cómo no D. Luis Calvente. Todos siguieron mi carrera y han estado siempre en contacto conmigo.
¿Por qué hay tanta vinculación entre Altair y el mundo de las hermandades?
Pues fíjate, yo mismo soy actualmente Hermano Mayor de la Hermandad de la Anunciación de Juan XXIII, con otro antiguo alumno en la Junta de Gobierno como Román Calvo. Hay que tener en cuenta que Altair es un centro religioso, y por ahí ya empieza todo. D. Luis, con sus proyecciones de diapositivas, también tuvo mucho que ver. Y las tertulias eran constantes entre clase y clase cuando comenzaba la cuaresma.
¿Qué le ha aportado Altair para su vida profesional como imaginero?
La formación personal y los valores de Altair son de gran calidad. A nivel profesional me apoyaron desde el primer momento, en algo complicado como es el universo artístico. Yo recuerdo que gané muchos de los concursos de dibujos, algo que también influyó mucho en mi decisión.
Con más de 35 años de experiencia, ¿cómo fue su primer trabajo para una hermandad sevillana?
Inolvidable, sin duda. Fue con la Hermandad de Pino Montano. Hablamos de una de las zonas más grandes de Sevilla y la hermandad arrastra a todo el barrio el Viernes de Dolores. Realizar las dos imágenes, Nuestro Padre Jesús de Nazaret y María Santísima del Amor, y el misterio fue para mí muy importante. Me abrió muchas puertas en el mundo de la imaginería y me hizo sentirme más identificado con mi profesión y vocación. Y estoy muy orgulloso de la devoción que hay a ambas imágenes en el barrio.
¿Es muy importante para un imaginero tener fe?
Sí, sin duda. Ser creyente es fundamental, aunque se puede tallar una imagen sin creer en Dios. Yo hago trabajos religiosos y otros profanos. Por eso sé cuál es la función específica de una imagen religiosa. No es tanto una cara bonita o un pelo determinado, debe llegar la imagen a la persona, conducirla hacia el Señor o la Virgen. Por eso, en este aspecto, si el imaginero es creyente y practicante se nota en la obra. Diría que se nota en cada detalle.
¿Qué imagineros actuales o pasados son su referencia?
Lógicamente los clásicos del Barroco, como Martínez Montañés, Juan de Mesa o Roldán, son referencias fundamentales, grandes imagineros de su época. En las imágenes marianas destacaría a Montes de Oca, que expresaba el dolor con rasgos muy destacados, y Juan de Astorga, que apostaba por la belleza. Son dos estilos muy distintos, pero perfectos para inspirarse. Esta ciudad tiene muchas variedades, un amplio abanico, cada una deja una impronta en los profesionales o el público en general.
¿Cómo definiría el estilo de Fernando Castejón?
Me gustan las imágenes naturales, no suelo realizar facciones marcadas o movimientos bruscos, todo debe ser comedido. Por encima de todo, naturalidad, tanto en el Cristo como en la Virgen. Por ejemplo, las Dolorosas deben expresar dolor, claro está, pero creo que la imagen debe tener también belleza, que conjugue ambos aspectos.
¿Cómo ve la Semana Santa sevillana en estos últimos años?
Hay una clara evolución, las propias hermandades han crecido una barbaridad. Vivimos un boom en el número de nazarenos, de cofrades, de bandas, de costaleros, etc. La acumulación de personas alrededor de un paso es brutal. Quizá los medios y las redes sociales han hecho una labor de difusión espectacular. Hay muchos programas de radio, vídeos de YouTube de todas las hermandades y cofrades, fotografías de gran calidad…
¿En qué medida puede afectar a la imaginería la Inteligencia Artificial?
Me crea dudas, está evolucionando muy significativamente. Hablamos de cosas impensables hace poco. En imaginería es más complicado, ya que la creación de imágenes pide sensibilidad humana. Aunque se le puedan dar bocetos a la I.A., las obras no creo que queden iguales. Ya hablamos antes de que sin ser creyente es complicado crear imágenes, por lo que tampoco creo que una base de datos pueda tener esa artesanía, esa impronta en los rasgos que consigue una persona con sus manos. Dejarlo todo en manos de máquinas, bajo mi punto de vista, es un error del que nos podemos arrepentir.
¿Qué obras tiene ahora entre manos?
Principalmente una Virgen con un Niño Jesús para una iglesia en Kenia. Es un proyecto muy especial, se sale de lo común, tanto por el lugar como por los rasgos de la imagen y por lo que va a trascender en la zona. Estoy convencido que va a cumplir una misión muy especial a nivel de evangelización, palabras mayores. A partir de esta imagen se van a crear carreteras y otras mejoras por la propia construcción de la iglesia en la que irá. La Virgen lleva rasgos africanos, algo muy singular. Es de talla completa, con el sillón trabajado en madera y el Niño Jesús en el regazo, una obra de envergadura. Espero que en estos próximos meses quede finalizada.
Por otro lado, también estoy trabajando en un Niño Jesús y algunos proyectos pendientes de firmar con varias hermandades.
Por último, ¿qué mensaje le gustaría transmitir a toda la comunidad educativa de Altair?
Me alegra muchísimo que en el colegio haya una obra mía como el Niño Jesús del oratorio. Es un orgullo, como recuerdo de mi paso por Altair. El día de la entrega de la imagen, fue una enorme satisfacción de ver a antiguos profesores, que fueron muy cariñosos conmigo. Y es que siempre que voy a Altair me siento feliz y muy a gusto. Me alegra también mucho la visita de la Virgen de la Anunciación, de mi hermandad, que realiza al colegio todos los meses de diciembre, durante la novena de la Inmaculada. En definitiva, estoy muy orgulloso de haber sido antiguo alumno de Altair, y lo digo siempre que puedo.