Entrevista con Eduardo del Pino González, antiguo alumno y profesor de Filología Latina en la Universidad de Cádiz
¿Por qué sus padres eligieron Altair para sus estudios?
Pues la verdad es que fue elección principalmente mía. Mis padres se habían asegurado una plaza para mí en el instituto más cercano gracias a un tío mío que era inspector, pero yo visité el Colegio con un vecino que había ingresado en Altair. La verdad es que ya solo lo cuidado del jardín invitaba a quedarse allí. Así que mis recuerdos son de haberlo pedido a mis padres, que visitaron el Colegio y les pareció bien.
¿Qué recuerdos tiene de su paso por el colegio? ¿A qué profesores recuerda con más cariño?
Recuerdo con afecto a todos. En la memoria tengo los estudios en Altair como un oasis en el tiempo, a lo que contribuye también lo mucho que ha perdido después la Enseñanza Secundaria. Recuerdo bien las clases de Filosofía de Mariano Hernández Barahona, las de Historia del Arte de Luis Augusto Pascual o las de Historia de Vicente Rodríguez. Con este último visitamos la Mezquita de Córdoba y la Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla. La Escuela me impactó especialmente. Lo único que siento es no haber podido estudiar Griego en COU en el Colegio, algo que tuve que superar luego en la carrera.
Recuerdo a mi primer profesor de lengua y literatura, Antonio Casas, aunque quizás estuviera en el Colegio solo ese año. Al siguiente, haciendo yo 2º de BUP se incorporó para esas clases un profesor nuevo, Fidel Villegas. Venía con una gran vocación pedagógica y muchas iniciativas. Él comenzó la revista literaria Númenor, que se convertiría en una editorial para la revista y para varias colecciones de textos, principalmente los Cuadernos de poesía Númenor. También estableció un premio de poesía y representaciones teatrales… Claro, tuve mucha relación con Fidel. Tengo el vago recuerdo de un día en que nos llevó a unos cuantos en coche o en una furgoneta a representar a un pueblo.
¿Tienes trato aún con compañeros de su promoción? ¿Se acuerda de alguna anécdota curiosa o divertida?
Sí, he tenido contacto con algunos de ellos. Han sido muy esporádicos, pero se nota la solidez de los vínculos que nos unieron. Recuerdo haber ido a un aniversario donde nos vimos muchos. A partir de ahí sigo a varios en las redes. La verdad es que no me viene a la mente ninguna anécdota en especial, pero recuerdo mi promoción como un grupo muy bueno y cohesionado, y seguro que nos parecería genial reunirnos con cualquier motivo.
Desde los inicios de Altair, se ha procurado tener muy en cuenta que cada alumno es único, ¿notó este tipo de educación personalizada en su paso por el colegio?
Sí, sin duda. Cuando yo he sido profesor he intentado algo similar y me he dado cuenta de lo difícil que es articular bien esa atención en un centro educativo.
¿Qué valores se llevó al estudiar en Altair? ¿Y qué le ha aportado Altair para su vida profesional, social y familiar?
El valor del trabajo bien hecho como algo debido a uno mismo y a la sociedad. La formación en Altair me llevó a estudiar con método, a la reflexión y a la escritura como medios de acceso al conocimiento. En la sociedad de la imagen y las nuevas tecnologías debe cuidarse con prudencia este aspecto de la enseñanza. Allí lo recibimos muy bien.
Centrándonos en su profesión, ¿corren malos tiempos para el estudio del latín y otras lenguas clásicas? ¿Es necesario que estas ciencias perduren en los estudios de Secundaria y Bachillerato?
Es necesario según qué sociedad queramos y qué mundo en general.
Internet ha permitido poner en conexión a personas que conocen las lenguas clásicas y pueden incluso hablarla y escribir en ellas. Eso ha hecho reverdecer los métodos activos, que no son nuevos pero han traído un aire de novedad beneficioso.
Sin embargo, es clave la presencia de estas disciplinas en la Enseñanza Secundaria y el Bachillerato. Sin eso, las lenguas clásicas se convertirían en nuestro país en una enseñanza elitista impartida en ciertos cenáculos especiales como el CSIC o algunas pocas universidades. Por ejemplo, en Alemania, el Benelux, Gran Bretaña o Estados Unidos viven los mejores latinistas. Pero su docencia se da en ámbitos reducidos a élites especiales. El pueblo común camina por otro lado. Italia es un poco distinto, porque son conscientes de que el latín es la raíz de su pueblo. En España, desde hace muchos años salen titulados de la secundaria que no han conocido una sola palabra del latín, a pesar de que el latín es la base de su lengua. Eso sin contar con la cantidad de términos científicos que proceden del latín y del griego. Esta situación no puede tener consecuencias positivas.
¿En qué medida son actuales para el mundo de hoy los escritos de los escritores clásicos latinos y griegos como Cicerón, Aristóteles, San Agustín, etc?
A mis alumnos de Tradición Clásica les digo que esta disciplina está ahora mismo en una encrucijada de senderos. Se puede seguir el camino de los valores de la cultura clásica desde la Antigüedad casi hasta el día de ayer. Pero desde hace unos años esos valores están en cuestión, haciendo cada vez más débiles los pilares de Occidente. Nadie puede saber qué pasará en el futuro, pero está claro que este fenómeno (la pérdida de valor de la tradición cultural clásica) se da la mano con los cambios que está experimentando el mundo. Los valores de nuestra Civilización están en crisis y de su resolución depende el futuro.
Sea como sea, esos autores que citas son como la “solera” en las bodegas. Tener una buena solera garantiza tener buenos caldos futuros, incluso en circunstancias adversas. Si no, todo acaba en mosto rebujado. Es la cultura del rebujito, con perdón. A mí también me gusta, pero hay que saber que es distinto a tomar vino.
Acaba de publicar “A ras del universo” (Cuadernos de Poesía Númenor nº35). ¿Qué se va a encontrar el lector en este libro de poemas?
He hablado antes de la revista Númenor que puso en marcha Fidel Villegas, de los premios, etc. Para estos premios se pedía un poema. Yo en 3º de BUP o COU ya tenía un libro entero. Se titulaba “Cristales” y recuerdo el porqué del nombre. Me duele en parte haber perdido ese libro, aunque sospecho que no sería muy bueno. Con esto quiero decir que la historia viene de lejos. En la presentación de “A ras del Universo” en Sevilla, Fidel Villegas apareció con varios poemas que él me había publicado en el primer número de la revista. A partir de algunos de aquellos versos (de una manera alucinante) Fidel vino a hacer ver que varias imagines o ideas que están presentes en “A ras del universo” ya estaban esbozadas en mis primeros versos. O sea, creo que el lector se va a encontrar con algo muy personal y profundo.
Por otro lado, el libro consiste en una cosmovisión del hombre y de lo que existe, tal y como lo he sentido en los últimos años. Es una visión que yo he ido experimentando en fogonazos, en iluminaciones inesperadas. La sensación que yo tengo es que el libro ha ido creciendo casi como aparte de mí. El primer conjunto de poemas no tenían un sentido definido. Cuando fueron más, fui encontrando poco a poco el sentido último que tenían (que yo no había previsto racionalmente en un principio).
No sé decir mucho más. Espero que guste a quienes lo lean.
En el último informe Pisa, publicado en diciembre de 2023, los alumnos españoles bajan 3 puntos en comprensión lectora. ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Cómo podría mejorar la escuela en estos parámetros? ¿Qué medidas se pueden tomar para que los niños se aficionen a la lectura?
Puede resultar chocante lo que voy a decir (y puedo estar equivocado en esto como en todo lo anterior), pero a mí no me parece mal que haya cosas “por obligación”. Los profesores sabemos lo que un estudiante debe leer. Si no, no seríamos profesores. Es bueno ser acompañante del propio proceso del alumno, desde luego. Hay matices, sin duda. No obstante, yo creo que tuve que comprar y leer (y en versión original) libros como la Celestina, el Lazarillo o El Aleph de Borges. Lo hice por obligación, pero ahora me alegro.
No se trata de que los materiales didácticos sean muy buenos y caros, y que accedan a ellos las familias más pudientes. Pero la gratuidad de los libros debería haberse hecho subvencionando la producción de las editoriales prestigiosas: aquellos libros nuevos, con abundante texto y ricas ilustraciones que uno estrenaba cada año. Ahora que se habla tanto de motivación habría que tener en cuenta que un libro que lleva varios años usado y rehusado, subiendo y bajando por el instituto, puede no motivar al estudio en absoluto. El encaje de las nuevas tecnologías en el proceso de enseñanza-aprendizaje es, por otra parte, el gran desafío de la educación actual.
Finalmente, ¿qué le contaría a un amigo o familiar para recomendarle Altair como elección educativa para sus hijos?
En Altair había un algo peculiar, un algo “universitario”, en el sentido etimológico. O sea, se estudiaba historia, pero no sin conexión con el pensamiento o el deporte, o las matemáticas; y así con todas las asignaturas. Probablemente se me escapan muchas otras cosas. La gente que encuentro está contenta de la formación que recibió.