A Don Antonio Rodríguez Lizano se lo llevó al Cielo la Virgen el sábado 13 de febrero.
Después de haber vivido su anticipada Cuaresma, ahora tiene la gran suerte de tenerla de frente, cara a cara, sin cangrejear, sin empujones, sin colas, sin esperar a la Semana Grande de Sevilla que él y su hermano, siempre juntos, tanto vivían.
Le tengo envidia, D. Antonio, se lo digo de verdad, ya estará frente a Ella, morena, sonriente y Ella, feliz de tenerte entre sus brazos, agradeciéndote las miles de veces que fuiste a verla a su capilla marinera, junto a su casa. El colegio Altair nunca le olvidará, y los que somos de Santa Misa a las 7,45 de la mañana menos todavía.
Ahora sonrío cuando recuerdo que, celebrando la Eucaristía, se le olvidaba el nombre del santo del día o se le pasaba empezar con «En el nombre del Padre, del hijo…» y reía porque se había dado cuenta.
Sabemos que le pedirá a la Esperanza por nosotros, por su amado colegio (recuerde por allí lo del concierto), pero aunque ya no se encuentre por aquí seguiré viendo su citröen pequeño y negro en el parking, le seguiré viendo en el confesionario e imaginando que me encontraré con usted por nuestro barrio trianero.
Esta mañana he ido a la misma hora, sabiendo que no iba a verle sacar al Santísimo, ni bajar al confesionario, ni a celebrar, ni a tomarse su café y tostá con aceite en el bar de Alfonso, solo he ido a decirle: «hasta luego».
Ahora, D. Antonio, descanse, no se levante tan temprano, disfrute de su hermano y siga recordándome lo que tantas veces me ha dicho: Omnia in bonum!: ¡Todo es para bien!
Gracias por todo Don Antonio, muchas gracias.
D. David Jara Gadea
profesor del Centro Educativo Altair