José María Prieto y Altair: Un proyecto de futuro

Actuó siempre con sentido positivo y alegre, con confianza en los profesores, alumnos y sus familias. Estimuló a todos a mejorar, haciendo un trabajo del que se sintieran orgullosos como personas.

José María Prieto puso los cimientos pedagógicos y humanos de Altair. Se desvivió por la educación en la libertad y la responsabilidad de los alumnos. Atendió a los padres con plena responsabilidad. Inculcó la ilusión docente en los profesores, facilitándoles el acceso a las más innovadoras experiencias pedagógicas, terreno en el que Altair ha sido siempre pionero.

A pesar de la escasez de medios materiales –todos recuerdan que las clases comenzaron en un barracón prefabricado, que se consiguió instalar en muy poco tiempo– consiguió que se impartiera una enseñanza de calidad. Enseñó a cuidar las cosas pequeñas, el orden y el respeto mutuo entre alumnos y profesores. Fomentó la lectura; de hecho, a las pocas semanas del comienzo del primer curso, en 1967, ya existía un embrión de biblioteca con su correspondiente libro de registro.

Fomentó el orden y la limpieza, tanto en clase como en casa, el deporte como medio de superación y el estudio constante y creativo. El conocimiento de las verdades de la fe, siempre de acuerdo con los padres, y el respeto a su libertad, contribuyeron a que una multitud de alumnos se convirtieran en jóvenes valiosos, con educación, valores humanos y convicciones, con una buena proyección profesional y capaces de ser un buen apoyo para sus padres. Todo esto, lo hizo con persuasión amable, con su optimismo y buen humor, conjugando la exigencia, con el espíritu de libertad responsable. Actuó siempre con sentido positivo y alegre, con confianza en los profesores, alumnos y sus familias. Estimuló a todos a mejorar, haciendo un trabajo del que se sintieran orgullosos como personas.

José María Prieto Soler, primer director de Altair
José María Prieto Soler, primer director de Altair

Inculcó un gran amor a Altair en todos y les hizo ver la importancia de hacer las cosas bien y ser personas preparadas, para que venir de Altair fuera una garantía de calidad, formación humana, dignidad y responsabilidad, a la hora de aspirar a un puesto de trabajo.

Con el tiempo, Altair fue creciendo y se estrenó el primer edificio de nueva planta, fabricado en hormigón y con un diseño tan interesante que llegó a recibir el premio nacional de arquitectura. Comenzaron los Estudios Nocturnos y después la Formación Profesional nocturna. Creció el número de alumnos y de edificios, se constituyó la Escuela Deportiva y aparecieron los equipos de fútbol.

Altair fue creciendo, pero tratando de vivir el mismo espíritu que fraguó José María Prieto en aquellos primeros años. Sus hijos fueron alumnos del Colegio y eso hizo que continuara visitándonos con frecuencia. Los Antiguos Alumnos de aquellos años, lo invitaban a encontrarse con ellos en el Colegio siempre que podían. Y en la celebración de los 50 años de Altair nos animó con su entrañable presencia, con su simpatía y humanidad, contando historias alegres de personas y anécdotas que nos emocionaban. Su recuerdo siempre nos ayudará.

Antonio Gutiérrez, tercer director de Altair

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