Hola, me llamo Ángel, soy de Sevilla y tengo 12 años. Estoy informado de la situación actual del mundo y te escribo esta carta para darte ánimos, para transmirte desde esta hoja de papel un fuerte y caluroso abrazo, para que con mi carta te distraigas un rato y olvides por un efímero instante lo que ocurre.
Juntos esto se pasará volando y pronto podrás volver a tu casa y estar acompañado en ella. No sé si serás de Sevilla, si no, yo te la voy a describir, si lo eres, vas a recordar lo que pronto volverás a ver.
Sevilla es un sitio especial, donde reside la magia y es la cuna flamenca. En sus calles con solera, que huelen a intenso jazmín, puedes ver gente de todas partes del globo paseando. Tiene grandes e imponentes construcciones, como la Catedral, la Torre del Oro, la Giralda, los restos de acueductos romanos y un sinfín de cosas más. Cuando llega la Semana Santa, la ciudad viste sus mejores galas, las calles se engalanan, con gente de todo el mundo. Vienen a ver los magníficos andares de los pasos, de las tallas vestidas de oro y seda de Jesús y María, nazarenos de cirio en mano que regalan estampitas y caramelos a los dulces infantes. Cuando pasas por la calle Tetuán, el embriagador olor a «pescaito» adobado del Blanco Cerrillo te hipnotiza y te obliga a entrar, las codornices del Ruperto, esas doradas pavías trianeras de la calle Betis, los cartuchos de avellanas saladas en la velá de Santa Ana, los altramuces que padres y abuelos toman mientras sus hijos juegan felices en la rampa del Salvador, de olores que llegan de aquí y de allá, esos olores que con solo sentirlos gritan un nombre que con solo oírlo se te sube el alma: ¡¡¡SEVILLA!!!
Espero que hayas disfrutado de esta carta escrita desde el corazón y, recuerda, en un soplido este bicho se irá, un abrazo.
Ángel Murcia Gordón
1ºC ESO