Allá por el año 1983 comencé a dar clase en el Centro Educativo Altair. Mi inexperiencia en el terreno educativo era evidente a todas luces, y no me refiero al aspecto técnico, sino al trato con el monstruo de cuarenta cabezas -entre 14 y 18 años- que representaba la clase.
Recibí todo tipo de ayudas, consejos y, cómo no, orientaciones pedagógicas. Pero solo una me marcó y marca mis actuaciones. Esa me la dio D. Andrés: «Pepe, que no te coman la moral». Que es el conjunto de reglas o principios que dirigen el comportamiento de una persona.
Después de muchos años de trato con este sacerdote santo, entre sus muchas virtudes destacaría dos: su disponibilidad y el olvido de sí.
Y todo esto hasta su último aliento. Personalmente lo he comprobado y lo puedo demostrar con un «robado»¹. Todas las mañanas, a las nueve y treinta, celebraba la Santa Misa en la Parroquia del Buen Pastor y San Juan de la Cruz, en la barriada de Padre Pío. Llegaba a las a las ocho; abría la parroquia; se revestía y tomaba asiento junto al altar de la pequeña capilla del sagrario que preside la Pastora. Allí rezaba hasta que le requerían para el sacramento de la confesión.
¿Cuántas lagrimas habrá limpiado con sus consejos? ¿Cuántas penas habrá encauzado con su optimismo? ¿Cuántas tristezas habrá convertido en alegrías? Solo Dios lo sabe. Y solo Dios pagará con creces una vida dedicada a los demás. Descanse en paz.
José García Sáez
Escritor y antiguo profesor y Director de Formación Profesional de Altair
¹Fotografías que hacen sin el consentimiento de la persona fotografiada.