Esta es mi cuarta asistencia a una JMJ. Todas y cada una de ellas han supuesto un nuevo encuentro personal con Cristo a través de las palabras del Papa. He comprobado, además, cómo mucha gente ha vivido esta misma experiencia en las JMJ. Por otro lado, es una oportunidad de conocer de primera mano los distintos carismas y modos de ser cristianos, todos muy santos y de los que siempre podemos aprender algo. Se palpa la riqueza y la universalidad del mensaje de Cristo y la alegría que da a las personas que le siguen.
En Altair nos propusimos sacar un grupo de voluntarios. Para todos sería nuestra primera experiencia en esta forma de participar en la JMJ. En total se apuntaron catorce alumnos de Bachillerato y universitarios y tres profesores. La experiencia ha sido tan buena que todos quieren asistir a la próxima JMJ en Río de Janeiro. Nuestra tarea consistió en cuidar el orden en los actos centrales con el Papa. Con frecuencia pudimos estar relativamente cerca del Santo Padre. Estábamos muy concienciados de la importancia de nuestra labor y procurábamos hacerlo muy bien.
Durante el Vía Crucis, tuvimos que cuidar el orden en la calle Alcalá, por donde pasarían los pasos al final de la celebración. Fueron muchas horas de pie y al sol. Una voluntaria jefa de grupo nos dijo que no había visto voluntarios tan eficaces, serios en su tarea y tan bien organizados.
Pienso que lo mejor fueron las conversaciones que tuvimos con las personas que se agolpaban junto a las vallas. Nos hacían preguntas sobre el acto y se interesaban sobre nuestra procedencia, sobre los grupos a los que pertenecía cada uno, sobre la Obra. Todos teníamos estampas y, como las conversaciones terminaban casi siempre con intercambios de fotos, pulseras u otro recuerdo cualquiera, nosotros les dábamos las estampas de San Josemaría.
La procesión de pasos se retrasó bastante. Entonces empezaron a llegar familias, sobre todo de Madrid, para ver los pasos. Todos estaban maravillados por el ambiente que había en la ciudad estos días. Muchos habían acogido a peregrinos en sus casas. Un padre de familia, que trabajaba como policía, comentaba que esos jóvenes le ayudaron a retomar su vida de fe.
Creo que la experiencia que más nos ha marcado fue nuestro voluntariado en Cuatro Vientos. Llegamos sobre la una del mediodía y teníamos que reemplazar a otros voluntarios que cuidaban el orden en el sector C8, bastante cerca del escenario. Ríos de gente estaban entrando en ese momento. Para nuestro asombro la orden que se nos dio fue que no permitiéramos entrar a nadie más en aquel sector, pues estaba lleno. A los que llegaran tendríamos que recibirles lo mejor posible y aguantar sus protestas: por motivos de seguridad los sectores no podían albergar más personas de las establecidas.
Vino un grupo de unos cien coreanos con su acreditación a los que tuvimos que negarles la entrada. Luego vinieron noventa argentinos muy jóvenes llevados por un sacerdote. Éstos se negaron a marcharse y se quedaron en las vías, donde no podía quedarse nadie pues era sitio de paso de ambulancias y el Papa también estaba previsto que pasara por ahí (como sabemos no pasó precisamente por este motivo). Era agotador, pero en ningún momento hubo malos modos por parte de nadie… Casi no había tiempo ni para comer. De hecho comimos allí casi a las cinco de la tarde.
La vigilia con el Papa fue inolvidable. El trabajo de voluntario de orden no nos impidió atender y rezar con el Papa. Al contrario, pudimos seguir todos los actos como todos los demás.
Por la noche dormimos poco y mal. No por ello perdíamos el humor y el buen trato. A ratos venían voluntarios y personal del evento que insistía en desalojar las vías. Sabíamos que por la mañana la gente recogería sus cosas y todos los de las vías podrían entrar en los sectores, como así ocurrió.
Pudimos seguir muy bien la Misa. Los libros para seguir la liturgia estaban muy bien hechos y muchos seguían las lecturas y las demás oraciones con ellos.
Cuando salimos de Cuatro Vientos estábamos destrozados. Un coche paró junto a nosotros. El conductor se ofrecía a llevar un grupo a donde fuera. Por el camino nos explicó que había estado siguiendo la JMJ por televisión y estaba asombrado de ver tanta gente buena. “No sabía -dijo- que había tantos jóvenes cristianos”. Le sorprendió sobre todo la actitud ante la lluvia. Tanto, que decidió salir con su coche a ayudar en los desplazamientos.
Sabíamos que veníamos a trabajar, y así fue. La experiencia de voluntario encargado del orden ha sido dura: muchas horas de pie, atendiendo a gente y aguantando el peso del calor. Sin embargo, llegas a darte cuenta de lo importante que es esta labor. Mucha gente acude a ti y, si haces lo que debes, el bien que ofreces es incalculable. Lo vi en las caras de las personas que, durante horas, estuvieron al lado nuestra. Todos llegaron a apreciar la entrega alegre de la vida cristiana a través del voluntario.
D. Manuel Montes
Profesor de Educación Primaria