Reproducimos a continuación la entrevista realizada a D. Fidel Villegas el pasado mes de febrero, y que ha sido publicada en el último número de la revista Altair Magazine (nº 49).
«El trato con las familias en Altair no es un eslogan publicitario»
Fidel Villegas, profesor de literatura de Altair, alma muchos años de la biblioteca del colegio, se ha jubilado. Antiguo alumno de los Escolapios, terminó en junio de 1978 la carrera de Filosofía y Letras, rama Historia General -especialidad en Historia Medieval-, y en septiembre comenzó a trabajar en el colegio Tabladilla, para dar clases de lo suyo, de lo de siempre: Literatura. Dos años en este colegio, uno de mili -entonces era obligatoria- y en 1981 se incorpora a Altair, donde ha estado 39 cursos. Ahora prepara las maletas para una nueva aventura en Perú.
¿Te queda algo de esos estudios de Historia Medieval?
Yo creo que sí. Sin que sea un conocimiento muy especializado ha quedado el amor por lo gótico, pero no en el sentido que se le da ahora, como novela esotérica, sino como expresión artística, como un movimiento ascensional, de trascendencia, interés por los relatos épicos, el misterio que para mí siempre ha tenido la Edad Media, que me ha parecido siempre un periodo muy atractivo. Es una época muy espiritual, más de corazón, de fantasía. De hecho, de mi interés por lo medieval entronca con el nombre que dimos a la revista literaria que fundamos aquí: Númenor.
¿Cómo era el Altair que te encontraste en el curso 81-82, cuando apenas tenía 15 años de vida?
Yo llegué aquí como un profesor joven que venía pensando que iba a cambiar el mundo -y lo sigo pensando-. Altair no era más pequeño que ahora, el colegio estaba ya perfectamente constituido. Se estaba haciendo el Edificio Central, recuerdo el oratorio que estaba en el actual edificio de Secundaria, no había jardines, había caminos de tablones para no mancharte los zapatos de barro. No estaban los prefabricados… No existía el Infantil… Pero ya todo estaba definido. Había un plantel de profesores muy jóvenes, pero también muy experimentados.
Yo me encontré grandes profesores y también un estilo de funcionar que era muy alegre, muy libre, muy original: la cercanía con los alumnos, el buen humor, etc. Eso definía el colegio. Y yo estaba muy contento, me sentí muy a mi aire.
¿Qué es lo más importante en Altair?
En Altair lo primero son las familias, luego los profesores y luego los alumnos. Los profesores saben que las familias son lo primero. Y en Altair se inculca eso. Respeto a las familias, que cuentan mucho para la educación de los hijos. Yo he tenido muy buena relación con muchas de ellas, he procurado ser muy honesto, les he ayudado. Las familias quieren ser escuchadas y que les escuchen de verdad. Descargan en el profesor las inquietudes y preocupaciones.
Altair ha ocupado un papel importante para muchísimas familias. Rara es la que no se lleva algo de Altair. El trato con las familias no es un eslogan publicitario, es una preocupación verdadera.
Por otro lado, los profesores son otra parte importante, deben estar bien formados, tener ilusión, cultivar la propia ciencia, estar al día. En Altair hay un compromiso muy alto por parte de los profesores, de la dirección, etc. La educación es algo apasionante, aunque no es fácil.
¿Cómo fue el nacimiento de la revista Númenor? ¿Qué impulsó a crearla?
Númenor fue algo tan sencillo como que en 2º de BUP (4º de ESO de hoy) había varios alumnos muy interesados en hacer una revista literaria. Se le puso el nombre de Númenor, que es un topónimo tolkiniano.
Me hicieron esa petición porque querían escribir y publicar. Hablando de libros, leyendo textos en clase, conversando sobre escritores, brota en estos alumnos el interés por la literatura y esto desencadena un deseo de escribir, de leer más, de publicar… Cuando llega la buena literatura a los alumnos, al final hay una reacción. Y la reacción es: «yo voy a escribir, voy a poner esto por escrito».
Yo les dije que sí. Ahora lo veo y no me lo creo, porque no era nada sencillo hacerlo. El primer número estaba hecho de fotocopias y salió en 1987. Cada número ha supuesto una cantidad enorme de tiempo, esfuerzo e ilusión.
¿Es necesaria hoy en día una biblioteca en un colegio, en una sociedad tan hiperdigitalizada?
Tenemos una biblioteca importante, con miles de libros y miles de préstamos que se hacen al año a los alumnos. Si Altair empieza en septiembre de 1967, en noviembre del mismo año ya hay un primer libro registrado. El registro número 8 es una edición escolar del Quijote. La biblioteca ha crecido a la par que el colegio y es una pieza indispensable en este proyecto educativo. Un alumno, un estudiante, sentado en una biblioteca es algo fantástico.
¿Cuáles son tus proyectos futuros?
A finales de marzo, y hasta diciembre, me marcho a Perú, al colegio Humtec, que está en Lima. Un colegio con unos 500 alumnos. Quiero ir para ofrecer mi experiencia y también con ilusión por aprender, curiosidad en ver cómo son los profesores, los estudiantes, los planes de estudio… Ver si es posible que los jóvenes de allí reaccionen igual con la literatura.
Es un servicio que yo quiero prestar. Allí, que no tienen biblioteca, quieren que ponga en marcha una, tienen interés en editar una revista literaria, desean que les ayude a crear unos planes de formación a los padres y a los profesores, dar cursos de literatura universal a los estudiantes, etc.